Hace un tiempo estuve buscando alojamiento para dos días y encontré dos ofertas interesantes a un precio que me encajaba mucho en un mismo hotel.

Había dos tipos de precios, para una habitación idéntica.

Uno para las que daban al interior y otro para las que tenían vistas al mar.

Pero al final, no hice la reserva porque tenía que bloquear las fechas sin posibilidad de reembolso y no estaba seguro de si al final podría ir en esos días o no.

Más próximo a la fecha del viaje y cuando ya estaba seguro de que sí que lo haría, me encontré las mismas habitaciones disponibles, pero ya el precio no era el mismo.

Habían subido entorno a un 20% para exactamente lo mismo.

Te puedes imaginar la serie de tacos que pude soltar por la boca…

Al final reservé pagando ese extra, por no haberme decidido a hacerlo en su momento y esperar a última hora.

Me gustó…NO.

Lo acepté…SÍ.

¿Me enfadé con el establecimiento?

NO.

¿Me arrepentí de no haber tomado la decisión cuando tuve la oportunidad?

SÍ.

¿Ves la diferencia…?

Y te preguntarás…

Y a mí porque me cuentas todo este rollo, si es algo normal y que nos ha pasado a todos en algún momento, con una habitación, vuelo, etc.

Y efectivamente, es algo normal que nos ha pasado a todos y a lo que estamos todos  acostumbrados…

Ese sistema que a los hoteles como a las compañías aéreas les permite obtener una mayor rentabilidad dependiendo de varios factores se le denomina «Precios Dinámicos».

Precios que van cambiando según sea la demanda, situación, última hora o fechas, por ponerte algún ejemplo.

Los clientes de estos sectores están totalmente acostumbrados a ello y se han adaptado.

No quiero decir con esto que les guste, sino que lo aceptan.

Y comprenden de alguna forma porque razón se hace.

El cliente entiende que no puede costar los mismo una habitación con vistas al mar que una con vistas hacia el interior.

Entiende que no puede costar los mismo una habitación un martes de febrero que un sábado de agosto, suponiendo que en ese caso la temporada alta sea la de vacaciones más habituales.

Esto es algo a lo que este sector ha conseguido acostumbrar a sus clientes.

Sin embargo, en restauración, esto apenas se aplica.

Cuando hay muchos factores que podrían alterar el precio con justificación más que razonable.

Por ejemplo, no es lo mismo comer en la terraza con buen tiempo que comer en el interior del local.

No es lo mismo una mesa en hora punta que entre semana.

No es lo mismo que se reserve con un mes de antelación, que en el último momento.

No es lo mismo que te hagan un servicio a la una de la madrugada que a la una de mediodía.

En este último caso, sólo los salarios ya son completamente distintos.

Etc.

Los precios dinámicos en la hotelería se han implementado desde hace mucho tiempo y sin embargo en restauración, se va con mucho retraso.

Se ha conseguido gracias a que el sector se ha mantenido unido entorno a este sistema, ya que estaba clara su rentabilidad para todo tipo de negocios.

Algo que no ha ocurrido en la restauración que va siempre con más retraso en este sentido.

Sin embargo es una forma muy interesante de obtener una mayor rentabilidad en un restaurante que es perfectamente viable.

Seguro que te surgirán preguntas y objeciones, como por ejemplo…

¿Qué pasa con los clientes habituales que acuden en diferentes horas y días?

O

¿Cómo puedo implementarlo para que sea efectivo y no me vuelva loco con los cambios de los precios?

A lo primero te puedo responder que es cuestión de que el cliente se vaya acostumbrando y que si se explica correctamente, seguro que lo va a entender ya que lo está viviendo en otros sectores.

Con respecto a lo segundo, ahí entra en juego la automatización y la digitalización.

Los TPV actuales, todos trabajan con diferentes niveles de precio que pueden activarse de forma automática.

Y las cartas digitales son muy fáciles de modificar.

…

Si tienes más dudas sobre este tema, deja un comentario y vemos cómo se podría solucionar.